Un Documento Informativo de
Web Swingers en México


EL ESTILO DE VIDA: 
UN ATISBO A LOS RITOS ERÓTICOS DE LOS SWINGERS

Por Terry Gould

Un reporte profundo y serio sobre ‘el Estilo de Vida Swinger’



PERFIL DEL AUTOR: TERRY GOULD


Photo: North Shore News/Paul McGrath

 

Incluido en el Quién es Quién Canadiense, Gould trabajó como colaborador en la revista Saturday Night de Canadá, entre 1993 y 2002. Fue Editor Literario y Programador de "Front Page Challenge" de la CBC-TV, escritor guionista de docudramas de la CBC-TV, Editor principal de las revistas Vancouver y V, y ha trabajado como reportero independiente para CBC-TV, BCTV, The South China Morning Post y el Vancouver Sun. Tiene diploma de English Master y ESL y ha dado clases de periodismo y escritura en escuelas de niveles medio y superior, y con frecuencia es invitado a impartir conferencias a colegas asistentes a las asambleas ordinarias anuales de asociaciones como la Asociación Canadiense de Periodistas y la Asociación de Escritores Periódicos de Canadá.

 

EL ESTILO DE VIDA: Un Atisbo a los Ritos Eróticos de los Swingers se contrasta con el telón de fondo de las reuniones de "parejas de juego" estadounidenses, fiestas en clubes swingers, sitios web y un viaje de lujo en México. Su amplio análisis incluye la naturaleza y evolución de la sexualidad, la monogamia y el amor erótico, apoyado en una exhaustiva investigación y numerosas entrevistas con dirigentes del movimiento de estilo de vida y sus participantes.

El Estilo de Vida Swinger ofrece respuestas a preguntas tan interesantes como:

* ¿Por qué la palabra "moralidad" siempre se refiere casi por completo a temas sexuales, y por qué la abstinencia sexual siempre ha sido considerada moralmente superior a la tolerancia sexual?

* ¿Se puede experimentar el sexo con otros, y al mismo tiempo de estar feliz en un matrimonio emocionalmente monógamo? 

* ¿Es el "swinging" una creación de estos tiempos sexualmente tolerantes, o el erotismo abierto entre adultos consentidores puede considerarse una conducta sexual "natural" presente en todos los tiempos y todas las culturas?

* ¿Por qué furibundas feministas lo califican de "desviación" si en este movimiento participan parejas respetuosas de la ley y muy religiosas, mientras esas mismas feministas apoyan los movimientos lésbicos-gay, y psiquiatras y psicólogos conservadores quitaron la homosexualidad de la lista de desórdenes mentales desde 1964?

Gould señala que los rituales de los practicantes del estilo de vida swinger tienen raíces que se remontan a miles de años atrás. "Los ritos eróticos eran comunes en Canaán cuando Dios estableció su pacto con Abraham (ver Sexo y religión). Más recientemente, en los 40, las ‘relaciones extramaritales’ era una costumbre aceptada en el 49% de las culturas estudiadas en el mundo, desde los monjes del Himalaya hasta China, Japón, los Mares del Sur y desde el Ártico hasta el Amazonas".

El fenómeno de este estilo de vida parece combinar los dos imperativos biológicos que paradójicamente han regido la vida sexual humana durante largos siglos: el impulso de buscar parejas duraderas para criar niños, y el impulso igualmente poderoso por la variedad sexual y genética

Médicos, psicólogos, psiquiatras, abogados... swingers.

Lo sorprendente es que la mayoría de practicantes del estilo de vida swinger son gente casada de clase media y alta. Ciertamente, considerables porciones de la comunidad del estilo de vida proceden de las filas de profesionales del derecho y la salud... incluyendo la psiquiatría y la psicología. En la actualidad hay más de 400 clubes formalmente afiliados en 24 países, y decenas de miles de clubes informales en todo el mundo. Los Swingers tienen su propia industria turística multimillonaria, y más de un docena de centros vacacionales de cuatro estrellas en México y el Caribe. Cientos de revistas y miles de sitios Web y salas de pláticas (o chat rooms) los mantienen comunicados.

Multitudinarias convenciones del estilo de vida se efectúan docenas de veces al año en ocho estados de la Unión Americana, acaparando centros turísticos completos durante cuatro días cada vez. Una reciente Convención del Estilo de Vida reunió 3,500 personas procedentes de 437 ciudades en siete países. Un tercio de los participantes tenían estudios de postgrado, casi un tercio votaba por los republicanos y 40% se consideraban devotos protestantes, católicos o judíos

Swingers a la Vuelta de la Esquina

"El estilo de vida ha crecido tan rápido en los últimos años, que usted no tendrá problema para encontrarlo donde sea que viva. No es un movimiento clandestino o un culto. Es una tendencia pública, común y heterosexual entre parejas convencionales que alegan haber superado el tipo de soledad, celos y vergüenza que sufren los casados adúlteros". 



El penetrante libro de Terry Gould atribuye el crecimiento del estilo de vida a diversos factores:

* el cambio radical en la actitud total del público, sobre todo en las clases media y alta, hacia el comportamiento sexual poco convencional  (vista la tolerancia general a la vida sexual privada de los individuos); 

* el fortalecimiento sexual, social y económico de las mujeres; 

* los mayores medios de comunicación comercial y electrónica que emplean los "swingers" para relacionarse entre ellos;



ELOGIOS DEL ESTILO DE VIDA SWINGER, POR CRÍTICOS Y ESCRITORES CIENTÍFICOS

"Si pensó que el "swinging" es una desviación moral o cultural, piénselo otra vez. El movimiento "swinger", conocido también como "el estilo de vida", tiene la fuerza de cinco millones de entusiastas seguidores en Norteamérica, de acuerdo con el periodista canadiense Gould, con multitudinarias convenciones, una liga anti-difamación y miles de sitios Web. El reportero investigador confiesa que al principio enfocó el tema con la misma sospecha que utiliza en sus otras investigaciones. Pero luego de varios años explorando los terrenos del "swinging" americano y de entrevistar infinidad de parejas compartidas, hoy defiende apasionadamente el estilo de vida contra las imputaciones de rabiosas feministas que dicen que es degradante, contra líderes religiosos que lo tachan de inmoral, contra psicólogos de la vieja guardia que lo califican de desviación, y los medios masivos que menosprecian este fenómeno humano. Los ‘practicantes del estilo de vida’ seguramente son una paradoja, pero estimulante, pues le da al sexo y a la moral un muy necesario soplo de vida: Se casan, tienen hijos, son leales y fieles y emocionalmente monógamos, aunque buscan variedad como parejas. Desde luego, para los fundamentalistas y puritanos, esto es una amenaza".   --The Los Angeles Times

"Considerando seriamente el tema de la coexistencia de la poligamia carnal con la monogamia emocional, Terry Gould enciende una cálida luz sobre una extendida y fascinante subcultura de la clase media, de la que casi ninguno de nosotros, los psicólogos tradicionales, estábamos enterados". --Marty Klein, Ph.D., Presidente del Programa de Conferencias, Sociedad para el Estudio Científico de la Sexualidad.

"Tal vez no lo convenza para volverse un "swinger", o para unirse a un club, pero lo hará pensar dos veces en la monogamia, la fidelidad y el sexo, como una forma de diversión dentro del matrimonio. También plantea la pregunta: ¿Por qué la palabra "moralidad" siempre alude casi totalmente a asuntos sexuales? ¿Por qué siempre se ha visto la abstinencia sexual como moralmente superior a la complacencia sexual? ¿Y por qué la religión se empeña tan furiosamente en controlar nuestra vida sexual? Si tiene curiosidad, si siempre se lo ha preguntado, si tiene un amigo metido en lo "swinger" y cree que usted también debería intentarlo, lea El Estilo de Vida". --Sue Johanson, Ph.D., Maestra en Psicología, R.N., anfitriona de "The Sunday Night Sex Show", Red de Televisión Femenina.

"Gould ha convertido su amplia investigación sobre este fenómeno social, en un libro oportuno, serio y útil". --Toronto Star

"El reportero investigador Gould pinta un cuadro fascinante y comprensivo de la cultura "swinger"..... El enfoque de Gould es sabroso y su libro es uno de los pocos trabajos descriptivos publicados sobre la poligamia consensual. Puede ser muy útil a los investigadores. Para el lector común será contundente". -- Gaceta Bibliotecaria de la Asociación Americana de Bibliotecas.

"El Estilo de Vida es una delicia para leer, un trabajo periodístico honesto e innovador que explica a detalle el por qué millones de personas son parte de esta subcultura llamado `swinging'. En efecto, Terry Gould ha consumado algo excepcional: su amplia investigación en la antropología y sociobiología del intercambio de esposas, le ha permitido expandir sus descripciones de fiestas swingers, para incluir explicaciones profundamente relevantes para lo que ocurre en ellas. Pocos periodistas han logrado permiso para entrar a ese mundo, y ninguno lo ha explicado con tal profundidad. El Estilo de Vida es una narración entretenida y documentada, pero también es un trabajo serio que debe ser leído por todos los que quieren comprender lo que es este creciente fenómeno". -- Josef Skala, M.D., Ph.D., FRCP(C), Profesor Emérito, Facultad de Medicina, Universidad de Columbia Británica; Profesor Huésped de Medicina, Universidad Charles de Praga, República Checa. (Asesor Médico de El Estilo de Vida de Terry Gould)

 Gould ha captado nuestra atención hacia una forma de sexualidad que en los últimos años ha escapado del escrutinio científico social institucional, y lo ha hecho de un modo que ni la glorifica ni la menosprecia. Debe ser felicitado. -- Journal of Sex Research

"Consideramos que El Estilo de Vida es el mejor trabajo informativo hasta hoy producido sobre el "swinging".... Este más insólito libro debe ser lectura obligada para toda persona que quiera pensar o discutir sobre las consecuencias sociales, psicológicas y culturales del 'swinging'". --Theswinginglife.com

 

                



CAPÍTULO 1

Bienvenidos al Estilo de Vida

Los Swingers de Hoy

No hagas a otros lo que
no quieres que te hagan a ti.

RABBI HILLEL – 240 A.C.

     Desde luego, algunos occidentales no aceptan el erotismo compartido con parejas como una parte normal de la vida. El juego sensual entre más de dos personas, a menudo se toma como coercitivo, compulsivo y hasta malo. Tal falsa creencia es la razón principal de que una de las mejores historias de nuestro tiempo permanezca verdaderamente inédita.

     Este libro rompe el candado de la negación. Cuenta la verdad del "estilo de vida" (o movimiento swinger), una subcultura hoy extendida en el mundo, en que millones de parejas casadas de clase media y alta, externan abiertamente sus fantasías eróticas con otras. Acompañe a su esposa a un evento del estilo de vida y cambiará de parecer sobre los límites de conducta en parejas humanas. Dentro de estrictas reglas de comportamiento, las parejas de este fascinante estilo de vida participan en diversos grados en fiestas de disfraces sexuales o sexo colectivo, como una forma de esparcimiento sexual dentro del matrimonio. Cada baile al que asisten revive la venerada tradición de la bacanal campestre.

Swingers a la Vuelta de la Esquina

     El estilo de vida se ha expandido tan rápidamente en años recientes, que no tendrá problemas para encontrarlo donde quiera que viva. 
No es un movimiento clandestino o un cultoEs una inclinación heterosexual, pública, arraigada entre parejas convencionales, que afirman haber superado la soledad, los celos y la vergüenza que sufren los casados adúlteros.  Las parejas partícipes en el estilo de vida pertenecen a 300 clubes formalmente afiliados en un par de docenas de países, así como a miles de asociaciones no afiliadas. Cuentan con su propia industria turística que los lleva a una docena de sitios vacacionales que atienden sus gustos. Cientos de revistas y miles de sitios de Internet, grupos informativos y pláticas virtuales los mantienen comunicados. Once veces al año se efectúan enormes convenciones en ocho estados de la Unión Americana, en ocasiones acaparando centros vacacionales enteros. La convención Estilos de Vida ’96 de San Diego, que duró tres días, reunió 3500 personas de 437 ciudades en siete países. Un tercio de los participantes tenían estudios de postgrado, casi un tercio votaba por los republicanos, el 40% se consideraban protestantes, católicos o judíos practicantes. Asistieron a esa convención figuras públicas con posiciones relevantes en sociedad, feministas pro sexo y hasta cristianos evangélicos.

     ¿Pero dónde surge este término de "estilo de vida"? ¿No son las parejas que dicen estar "en el estilo de vida" quienes comentan el swinging --la forma casual y desinhibida de compartir parejas en las fiestas? Los "Lifestylers" (o sibaritas) explican con paciencia que a veces no llegan a tanto. Adoptaron su denominación global en los 80 debido a que cada vez más parejas "convencionales" llegaban a sus eventos y querían librarse de las molestas condiciones que los hacían consumistas.  Con frecuencia una fiesta de estilo de vida no termina en  relación sexual entre parejas. Apenas al 10% de los asistentes sólo le gusta estar en un ambiente donde es posible tal intercambio. Los "Lifestylers" creen vivir en cierto estilo que combina valores familiares sólidos --matrimonio, hijos, monogamia emocional-- con el cultivo erótico de sus matrimonios, mediante la práctica de ritos que celebran en forma natural y divertida.

      Así de simple. Y así de complicado.



     Hasta los más fervientes promotores de esta subcultura reconocen que la conducta de algunas parejas en clubes y discotecas en ocasiones parece pornográfica --una amenaza a la sociedad civil -- especialmente a la luz de los flashazos de las cámaras o descrita por la miope gran prensa como impactante exposición de "swingers" desenfrenados. Los "Lifestylers" han sido descritos como "incivilizados," "peligrosos y "asquerosos," calificados de "desviados" y animalizados.  

     A pesar de este esperado acoso de brigadas moralistas e intolerantes, los estudios más serios muestran que los "lifestylers" son "absolutamente no desviados" y "sicológicamente bastante normales". También destacan que la conducta de los swingers "no victimiza a nadie".

El movimiento tiene un cuerpo supervisor basado en California, llamado Organización Estilos de Vida (o LSO, por sus siglas en inglés), que certifica que los clubes son éticos, no discriminantes y apegados a la ley. Los voceros públicos de este estilo de vida, que proceden de las filas de trabajadoras sociales y directivos de empresa, médicos y corredores de bolsa, insisten en que sus millones de compatriotas se comportan en forma segura y de mutuo acuerdo. En la junta directiva de la  LSO participan un ejecutivo de Mensa (la famosa asociación de genios con más de 140 de IQ) y ex director nada menos que del Departamento de Sociología de la Universidad de California en Riverside. 

Profundizan muchos de los swingers la discusión sobre el estilo de vida con el argumento de que a la fría luz de las últimas investigaciones sobre las raíces biológicas, evolucionistas y emocionales de la sexualidad humana, la vida de muchas parejas  impulsa a repetirnos algunas de las preguntas más cruciales de la historia humana.

Esas Incómodas Preguntas

Por ejemplo, ¿por qué lo "moral" en el mundo siempre se ha referido casi por completo a temas sexuales? ¿Por qué el autosacrificio sexual (o abstinencia) siempre se ha visto como moralmente superior a la indulgencia sexual (o complacencia)? ¿Y por qué la religión siempre se ha dedicado rabiosamente a controlar nuestra vida sexual, desde que supuestamente Dios mandó llover fuego y azufre para exterminar homosexuales y orgiásticos (aunque el profeta Ezequiel no incluye nada sexual dentro de las razones por las cuales fueron destruidas Sodoma y Gomorra) hasta la advertencia del reverendo Billy Graham de que "si Dios no hace con Estados Unidos lo que le hizo a Sodoma y Gomorra, debe disculparse con éstas"?

     Sin embargo, para el ciudadano común todo se reduce a una simple pregunta: ¿Te puedes vestir para un harem o una playa, ir a una fiesta con tu pareja de 10 años, disfrutar una noche de sexualidad orgiástica y seguir siendo un buen padre o una excelente madre felizmente casados?

     Es posible, claro, si se está en este estimulante estilo de vida.

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      Aunque la tradición del estilo de vida de compartir pareja ha permanecido inalterada desde el surgimiento público de la subcultura, luego de la Segunda Guerra Mundial, los reportes mediáticos de esta práctica han sufrido diversas manifestaciones.

Del 'Wife Swapping" (Intercambio de Esposas) a la Democracia Sexual

En los 50 se apodaba "intercambio de esposas" en la prensa machista, que alegaba que maridos citadinos en otros aspectos convencionales, hacían que sus esposas pusieran las llaves de sus casas en un sombrero, para ver quién se iba con quién a pasar la noche. En los sexualmente revolucionarios 60, el intercambio de esposas evolucionó a una variación democráticamente convenida. Millones de personas vieron la película Bob & Carol & Ted & Alice, de 1969, alentada por los multitudinarios enlaces de parejas californianas, que fueron tratadas como osadas y vanguardistas en algunas notas periodísticas, aunque sus contrapartes de la vida real en el corazón del país fueran generalmente declaradas "raras" y "enfermas". Los setenta vieron alejarse parejas del "swinging" debido al susto hacia el herpes fomentado por las multinacionales farmacéuticas y en los 80 se les advirtió que podrían morir de SIDA si se involucraban con otras personas. Al término de la neovictoriana época Reagan, el "swinging" estaba supuestamente acabado, y se supuso que era ya una reliquia. 

     Esa fue la forma en que se me describió el estilo de vida en 1989, cuando una revista de Vancouver me asignó la tarea de preparar un artículo de fondo sobre la perspectiva de un club "swinger" local.  Durante años mis escritos se habían centrado en el tenebroso mundo del crimen organizado, por lo que tomé el encargo como una investigación sobre el sombrío mundo del sexo organizado. Me infiltré en un baile y una orgía, preparada por un grupo de seres principalmente de clase media, en un club llamado Círculos de Vancouver.

Esos Arraigados Prejuicios Puritanos

A primera vista, y de acuerdo con mi prejuicio ‘normal’ contra todo lo desconocido o ‘extraño’, deduje sin mayor información que toda esta gente necesitaba una zambullida en una piscina genética.  Su sexo grupal violaba todo concepto romántico que se me hizo creer y aparentemente transgredía  cualquier doctrina religiosa destinada a liberar la mente del cuerpo para promover una conducta generosa, aunque más tarde encontré que pastores cristianos, apóstoles mormones y rabinos judíos son seguidores abiertamente entusiastas de esta libertad sexual.

Al mismo tiempo, parecían despedazar las advertencias sobre promiscuidad, lanzadas por organizaciones sanitarias alrededor del mundo. Las únicas cosas que encontré desconcertantes en los "swingers" fueron que no necesitaban marearse con alcohol para tener sexo en su modo poco usual, y que insistían en estarse comportando como las estrellas de las películas de su época. Hasta utilizaron el término "heterofobia" para describir la forma en que la prensa los trataba.


Femineidad vs. Feminismo

     No es de sorprender que las mujeres "swingers" rechazaran a las más rabiosas feministas con quienes he hablado, quienes son incapaces de aceptar que bailar en lencería transparente y compartir maridos pueda ser la fantasía de una mujer, y por tanto están convencidas de que las esposas en los Círculos de Vancouver seguramente son obligadas a participar.

Las 'swingers' detestaban también a los moralistas vecinos alrededor de los enormes salones donde hacían sus bailes, quienes tomaban a esas parejas por precursores del Apocalipsis y causantes de la depreciación de sus predios.

Y de manera contradictoria, los académicos supuestamente liberales que entrevisté los creían fenómenos patológicos, y usando un desgastado y rebasado pseudo-psicoanálisis pontificaban que los "swingers" probablemente trataban de escapar de sus problemas, en modo equivalente al uso de drogas adictivas.

     Y hasta algo extraño sucedió luego de publicarse mi artículo cáusticamente condenatorio. Recibí más llamadas de lectores intrigados --tanto hombres como mujeres--, que todas las recibidas por mis artículos sobre la Mafia China, los terroristas Sij y los nazis traficantes de armas. 

Ésta es una transcripción parcial de una típica y real llamada, recibida de una mujer.

MUJER: ¿Habla el mismo Terry Gould que escribió "Un Peligroso Estado de Negocios"?

GOULD: El mismo...

MUJER: Lo veo y no lo creo. No sabía que el departamento de policía o salubridad pudiera permitir ese tipo de cosas.

GOULD: Bueno, aparentemente no es nada ilegal.

MUJER: Pues debería serlo....Mi marido y yo quedamos asqueados. O las mujeres deben ser lesbianas o no sé qué les hicieron sus maridos. ¿Son lesbianas la mayoría de esas mujeres?

GOULD: Supongo que se refiere a que algunas puedan ser bisexuales.

MUJER: Así que así es como se presentan.... Muy bien... Lamento haberlo molestado. Pero igual, creo que debe escribirse algo más sobre el tema. ¿Podría darme algún número telefónico de este llamado club swinger?

     De una forma u otra, la mayoría de gente que me habló daba rodeos para hacerme esa pregunta, y dudé si era que deseaban protestar en el club Círculos de Vancouver, que realmente vio crecer su membresía a partir de la publicación del primer artículo.  Quién sabe si estas personas que llamaron tal vez estén entre el 20% de mujeres y 40 % de hombres menores de 44 años que consideran "atractivo" (según la Encuesta Nacional sobre Salud y Vida Social) "ver a otros hacer cosas sexuales". Por supuesto, ésa fue una de las mayores fascinaciones para las parejas de estilo de vida que conocí.

Tal vez mis lectoras femeninas que llamaron estaban entre el 10% de mujeres que reconocieron ante los encuestadores que les resultaba atractivo el sexo con un desconocido, o el nueve por ciento que encontraban igual de bueno el sexo grupal.


La Explosión Swinger en los 90

     Lo que realmente percibí en los siguientes años fue que el movimiento del estilo de vida inició un gran despegue. Los anuncios personales en periódicos  estaban llenos de parejas buscando parejas, en tanto un centro vacacional de 5 hectáreas con "más de mil metros cuadrados de espacio recreativo" estaba haciendo un próspero negocio internacional apenas cruzando la frontera en el estado de Washington, y proliferaban nuevos clubes por toda Norteamérica.  Pronto mis artículos tuvieron bastante compañía: las revistas GQ, Marie Claire, Details, y hasta el totalmente hedonista Penthouse publicaban puritanas y sarcásticas evaluaciones  de los "swingers". 

¡Cómo! ¿Desviados? ¡Pero si son muchísimos!

Un torpe artículo en Esquire, titulado "Desviados del Amor", lanzó la noticia de que "en este preciso instante, millones de otros están haciendo lo mismo" (¿¿??), lo que levantó mis antenas: Y pensé: si millones lo estaban haciendo, ¿por qué rayos se les llama "desviados"? ¿Por qué voces públicas siguen denigrándolos en formas que uno jamás aceptaría si se tratara de homosexuales o lesbianas, en nombre de quienes las feministas, los liberales y agencias de patrocinadoras de artistas adoptaban una apasionada defensa?  Viendo una serie de documentales oficiales sobre homosexuales (Saliendo del Clóset, de la Canadian Broadcasting Corporation), lesbianas (Fantasías Prohibidas de la National Film Board), y travestís del momento (Arde París patrocinado por la National Endowment for the Arts), comencé a reflexionar bajo una nueva luz en las parejas que fueron atraídas hacia esta abiertamente  heteroerótica subcultura.  También sospeché que aquellas publicaciones que condenaban a los "estilodevida" por su organizado libertinaje, realmente estaban capitalizado las necesidades indirectas de sus lectores. ¿Herí a gente susceptible simplemente negándole el mismo trato digno concedido a otros "grupos marginales" de la sociedad, ya reconocidos como víctimas de la intolerancia sexual?


Abriendo los Ojos

     Luego, en 1993, conocí a una elocuente pareja del estilo de vida, cuya aparente normalidad contradecía todo lo publicado sobre los "swingers" en los medios de comunicación.

Me encontraba en una fiesta para un importante escritor de Vancouver cuando escuché por casualidad a una hermosa mujer bromeando con su marido con llevar a todos los formales invitados a Nuevos Horizontes --el club swinger de 5 hectáreas en Washington.

Me llamó la atención
. Me presenté con ellos y luego de asegurarles que todo sería extraoficial, supe que llevaban cinco años dentro del estilo de vida en Estados Unidos y se habían introducido discretamente en el ambiente swing de Columbia Británica. Al decirles que no me los podía imaginar en las fiestas de los Círculos de Vancouver a las que yo había asistido, me informaron que en muchos de los clubes en que habían estado inscritos, había gente con las que no podían relacionarse de ningún modo, pero me insistieron en que, como sucede en todo grupo humano, "tú decides y eliges a tus amigos".

Me dijeron que la mayor parte del tiempo, ni siquiera intercambiaban. Sólo disfrutaban el estar en una multitud muy unida de gente casada, donde el límite entre amistad y sexo era una frágil línea que podía ser abiertamente abordada, no un muro que debiera rodearse con engaños. También me dieron una interesante explicación de la variada oposición convencional a su conducta: dijeron que las parejas casadas igual aprecian que temen los desbocados genios adúlteros embotellados en sus cuerpos (de ahí el término "heterofobia") y prefieren soslayar el corcho abierto con discreción, que tener una abierta aventura. "Hombres y mujeres que engañan a sus parejas son adictos a los amoríos peligrosos", me dijo la mujer. "En el estilo de vida ya superamos esa inmadurez. La gente común cree que estropeamos la diversión.
 Realmente no somos una amenaza para la moral, sino una amenaza para la inmoralidad".

    En ese momento, observando a esta pareja contra el trasfondo de estudiosos y escritores (algunos de los cuales yo sabía que eran adúlteros contumaces) empecé a creer que habría una mayor dimensión de su estilo de vida, un "auténtico movimiento", insistió la pareja, sobre el que el mundo tenía una comprensión incompleta... o una total ignorancia.

     Me dieron un número para contactar a una asociación de Vancouver llamada Nuevas Caras, Nuevos Amigos – un "club Cadillac" le llamaban, en contraposición con el "club carcachita" de los Círculos de Vancouver, sobre el que escribí.

Nuevas Caras, Nuevos Amigos se manejaba con tanta discreción que nunca había oído nada de él, pero que se había vuelto tan lucrativo en los últimos tres años, que sus dueños (conocidos por todos como Jim y Linda) estaban en el trámite de comprar en los suburbios, como primer paso para abrir un centro vacacional "swinger" de 4 hectáreas.  (Actualmente el lugar se conoce como Rancho Paraíso y recibe más de 100 personas en muchos fines de semana. Cuenta con alberca olímpica, una pista de baile acristalada, iluminada por luces estroboscópicas giratorias, restaurantes, áreas de diversión convencional para parejas desconocedoras, y cuartos tapizados, suavemente iluminados, con camas separadas por un velo translúcido).

     Cuando me encontré con Jim y Linda pocas semanas después de la fiesta del escritor, me parecieron atractivos, agudos y desarmantemente sinceros; como William Masters y Virginia Johnson, habían podido ver casi cada conducta humana que pudiera observarse cuando se apartan las inhibiciones.

Comentaron que se habían asegurado de que su organización de 250 parejas conservara su altura cultural, realizando prolongadas entrevistas con todos los posibles miembros. Habían temas rigurosos en que las parejas debían ser evaluadas, en busca de algún indicio de que una de las partes estuviera presionando a la otra para participar.

"Las mujeres dirigimos el movimiento del estilo de vida swinger", enfatizó Linda." Jamás admitiríamos alguna pareja en que la esposa no estuviera tan interesada como el marido, en explorar el estilo de vida. Si sólo sospechara el desacuerdo, les pediría a los dos que volvieran a su casa y lo pensaran de nuevo".

     "Odio que los estúpidos le digan 'intercambio de esposas' al estilo de vida", afirmó Jim. "Odio ese término y lo que significa. Me refiero a que una mujer sea forzada a algo porque el marido diga ‘Anda, cariño, hazlo’. Para mí eso es un abuso, contrario a lo que realmente es este estilo de vida".

La Variedad Swinger

     Un porcentaje de sus clientes acudían a las fiestas sólo para externar sus fantasías normales de voyerismo y exhibicionismos, que son parte integral de la marcha erótica. Otros practicaban el "soft swinging", que sólo permite la desnudez, los masajes y algunos tocamientos sexuales.  Algunos pusieron el límite en tener sexo "lado a lado" con otra pareja, sin intercambiar esposos.. Los "swingers abiertos" practicaban el intercambio de esposas con otra pareja en el mismo cuarto. Los "swingers cerrados" disfrutaban la emoción limitada a utilizar cuartos separados para hacer el amor con los compañeros intercambiados. Nada de lo cual significa que en alguna noche tempestuosa no pudiera ver esposas enlazadas en cadenas de tres eslabones, y otras parejas encamadas en un cuarto, como había visto activos cuerpos dándose gusto en los Círculos de Vancouver. Básicamente, a juzgar por lo que podía verse, las parejas fijaban sus propios parámetros y aceptaban y respetaban los parámetros de las otras.

     El estilo de vida tampoco se refería al fin de una enfermedad sombría, mencionó Jim, una puntiaguda preocupación dado el número de distinta gente a la que algunas parejas le hacían el amor. Dado que Jim no patrullaba con una linterna los múltiples cuartos de sus instalaciones, tenía una regla de sexo seguro y su folleto de Relaciones Públicas establecía que "Hay disponibles condones de cortesía en diversos lugares muy accesibles de la casa y lo exhortamos a practicar el sexo seguro en todo momento".

     Jim me dio permiso de asistir a las fiestas, mientras conservara el anonimato de las personas (por lo general, las parejas en las reuniones del estilo de vida se identifican con sólo un nombre --sin apellido--, como, por ejemplo, "Juan y Elena". En estas páginas algunas veces los cambio a "Jorge y Bety". Pocas semanas después, Nuevas Caras Nuevos Amigos tuvo una "Ladies Night en Lencería" en uno de los salones de un hotel bastante elegante. Llegué para presenciar mujeres profesionistas de regular edad vistiendo prácticamente nada. Había una en un traje de red sin nada abajo, otra en ropa interior sin traje, y otra más vestida como una versión en bikini de Drácula. A las 10 en punto, muchas de las damas se formaron para un concurso de belleza. Una por una, estas ejecutivas, maestras o vendedoras inmobiliarias,  cruzaban la pista de baile, se paraban bajo el reflector y parodiaban estupendamente las poses de modelos, luego de lo cual corrían a abrazar a sus felices maridos y amigos. La Drácula ganó un certificado de regalo de una tienda de lencería.

     Observé esta asombrosa exhibición desde una mesa donde estaba sentado al lado de una despampanante mujer contrastantemente vestida  con jeans y una vieja camiseta sudada. Volteé hacia ella y le dije que era escritor y estaba pensando en explorar el estilo de vida a profundidad. Tal vez hiciera un documental, o tal vez escribiera un libro serio.

     "Oh, creo que sería maravilloso", dijo Ellie con fuerte acento inglés. "Ya era hora, es el momento". Al preguntarle porque practicaba el estilo de vida, contestó: "La razón es muy sencilla, no me gusta mentir".

     "Una cosa sobre la que más se miente es el sexo", dijo su marido Gerardo. "Mira alrededor. ¿Qué ves? Muchas mujeres distintas casi desnudas, mejor que desnudas, muy excitantes, ¿no?" Señaló la pista de baile, llena ya con parejas entremezcladas. "Todos esos hombres, actúan muy civilizados. Nada de manoseos, aún cuando bailan muy pegaditos, ¿los ves? Ahora, imagina lo que sucedería si cualquiera de estas damas fuera a una disco, vestida así"

     "Lo que sucede típicamente en cualquier disco "normal": No hay ningún entendimiento, no importa lo que vistas… nada", añadió Ellie. "Sólo bestias jóvenes, viejos bestias. Hombres probándose a sí mismos su virilidad. Sexo y furia, sexo y celos" .

     Otra pareja, Mauro y Caro, jalaron unas sillas y se sentaron a nuestra mesa. "Aquí hay un buen número de mujeres Bi", respondió Mauro cuando le pregunté sobre el componente lésbico del estilo de vida. "Es una forma de expresión".

     Entonces me detuve en lo que en mi propio cerebro era La Gran Pregunta: ¿Cómo manejan los celos? ¿Por qué no estaban llenos de puñaladas de odio y airadas reclamaciones que un simple beso furtivo ocasionaría en un esposo en una fiesta normal? Les dije que tenía 22 años de casado y si alguna vez encontraba a mi mujer engañándome, todo mi mundo se trastocaría.

     "¿Quién habla de engaños?", rió Mauro. "Nosotros jamás nos engañamos ni mentimos. Verla gozar es uno de mis mayores placeres en este estilo de vida".

     "Me encanta el placer de Mauro cuando disfruta el sexo con una mujer", dijo Caro. "Me excito en forma indirecta. Lo que no daña en nada nuestro cariño, porque ambos sabemos que nuestro corazón es algo que reservamos solo entre nosotros dos.. Y Mauro sabe que mi placer con alguien, sea hombre o mujer, no disminuye ni un ápice mi amor por él... todo lo contrario.".

     Una y otra vez escucharía ese estribillo en el salón de baile. En el estilo de vida, dicen todos, las parejas veteranas se vuelven conocedoras de la transformación de su propia esposa en una seductora figura de fantasía. Una vez conscientes de que su relación no está amenazada por actos sexuales paramatrimoniales, que rara vez se vuelven extramaritales, un marido o una esposa encuentran tremendamente afrodisíaco observar a su pareja  con otra u otro. Y a menudo se ven uno a otro extasiados de amor. Luego de las fiestas, tienen sexo matiimonial como si acabaran de conocerse.

     "Mira", me ilustró Ellie, "la gente convencional todo el tiempo se engañan, actúan a espaldas de su pareja y cometen realmente adulterio. Un tremendo porcentaje. Mienten, se esconden… Pero el acto erótico es parte de nuestro matrimonio. No es un acto de engaño, sino un juego donde ambos estamos totalmente de acuerdo. El coqueteo es entre nosotros --como pareja-- y alguien más. Él siempre está presente, está ahí. No nos engañamos, no mentimos, no somos adúlteros. Detestamos el adulterio.".

     Caro le dio un beso en la frente a Mauro. "Siempre guardo lo mejor para él".

     Esto no quiere decir que luego de ampliar mi círculo de amistades en Nuevas Caras Nuevos Amigos, no haya encontrado matrimonios que no se hubieran reconciliado en el club, que no hubiera gente herida o que no haya conocido a "swingers" frustrados. Le seguí la pista a uno de tales exiliados de la subcultura, un profesional de Vancouver que confesó lamentar el día en que introdujo a su esposa legal en los intercambios eróticos en el sitio de Jim y Linda. Dijo que no formaban parte de ningún gentío "deprimido, anónimo, sólo buscando un hueco para meterse". De hecho hicieron un grupo de amistades sensibles y duraderas, con parejas de intelectuales en varias citas para cenar o excursiones sin sexo. Desde luego, la diferencia fue que si se daba el sexo, no estaba prohibido. Él y su pareja tenían un acuerdo por el que "compartían la excitación como parte de nuestra relación". Pero después de un año de diversión melindrosa en el club, su mujer -quien aparentemente no estaba tan convencida como él creía- tuvo una tórrida sesión con el mítico hombre de sus sueños, trasgrediendo el acuerdo entre ellos y la perdió para siempre. "Fue un golpe demoledor", me confesó, resaltando que de alguna forma se había autoengañado sobre la posibilidad de que ocurriera una inesperada y sincera manifestación durante el sexo. "Sería incorrecto decir que ésta no es una peligrosa y cargada atmósfera en que te puedes meter. Odio ver que la defiendes".

     Sin embargo, no mucho después de haber dado esa advertencia, volvió a los linderos del estilo de vida, acudiendo a fiesta en ocasiones especiales. Y no mucho después de esto supe que su ex esposa legal dejó a su amante "swinger" y se unió a un casado convencional... es decir, de regreso al mundo donde ella realmente pertenecía, un mundo donde nadie aparenta tolerar el adulterio pero donde sin embargo, éste se practica solapada... y frecuentemente.

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       Entonces, ¿el estilo de vida era engañoso? ¿Compulsivo? ¿Un fetiche? ¿Qué tanto de lo que antes pensaba estaba acertado? ¿Estaban los swingers --como afirmé en "Un Peligroso Estado de Negocios"-- arriesgando su salud mientras se distraían de una vida que no podía durar?

     Cuando apareció mi artículo pro primera vez en 1989, el Dr. Frank Darknell, profesor de Sociología en la Universidad de California, en Sacramento, me telefoneó para decirme que estaba preocupado por los mismos problemas que me inquietaban sobre el estilo de vida. Un año antes, este austero y conservador doctor había iniciado un estudio sobre los "swingers" y el antecedente histórico y prehistórico de la sexualidad abierta y el intercambio de esposas de donde había surgido el moderno estilo de vida. Había descubierto que esta cultura sexual era realmente antigua en la Norteamérica primitiva, hasta la llegada de los misioneros que acabaron con ella. En el siglo XIX, los comuneros y radicales del amor libre la adoptaron. Los artistas y las sociedades secretas la retomaron en los 20 y con el tiempo evolucionó hasta la sexualidad abierta de los bohemios izquierdistas y las fiestas "swinger" de los otrora conservadores clasemedieros. Pero su investigación  preliminar confirmó que nunca hubo un tiempo en que esa práctica no haya sido calificada como excesivamente extraña por la gran mayoría de norteamericanos, algunos de los cuales hoy, en plena época reganiana, ven al SIDA como la justificación divina a sus rechazos.

     Al despedirnos Darknell y yo en 1989, acordamos que probablemente le daría al clavo con mi artículo: los "swingers" modernos podrían meterse en una riesgosa y jamás alcanzada búsqueda de sensaciones. Entonces, después de armar una base de datos de las publicaciones de "swingers", Darknell asistió a la convención del Estilo de Vida en agosto del ’89 en Las Vegas, donde se reunió y entrevistó a muchos participantes. Luego de esta estancia entre miles de "swingers" clasemedieros, Darknell llegó a una conclusión sobre un desacuerdo que tuvimos en nuestra primera conversación, igual a la confusión y precaución auto consciente que hoy tengo sobre juicios súbitos y viscerales. Desde su perspectiva, me dijo años después, los swingers no eran pervertidos inadaptados, inmersos en la auto-destrucción. "Eran corteses y considerados entre ellos", reconoció. "Efectivamente era gente intachable, salvo porque parecían disfrutar el portarse así uno con otro, corriendo a todas esas reuniones "swingers" y acudiendo a las fiestas. No asaltaban bancos, sus fantasías no incluían algo que fuera ilegal, como incluir niños y ese tipo de cosas, y todo parecía de mutuo acuerdo".

     Le dije que los "swingers" que yo había conocido, alegaban que las mujeres eran quienes manejaban el movimiento del estilo de vida.

     "Bueno, como sabes", replicó, "hay un punto en que eso es verdad, una vez que se involucran. Sus maridos las llevan, desde luego, pero ellas encuentran algo que en verdad les gusta, como ser la glamorosa abeja reina y cosas por el estilo. Las mujeres estaban en todos esos comités para preparar eventos y similares, eran muy entusiastas".

     Le recordé que en 1989 ambos estuvimos preocupados de que el VIH/SIDA pudiera brotar en la comunidad "swinger", como lo hizo en la comunidad gay, pero que a pesar de los millones de parejas que han acudido a clubes durante años, no he sabido de muchos casos de SIDA en los "swingers" norteamericanos. Darknell había sabido de sólo unos cuantos casos, atribuyendo la ausencia de algún brote del mal en la subculura a varios "co-factores." Opinaba que en tanto el VIH / SIDA podía propagarse en los clubes "swinger", los co-factores eran la posible explicación a que no hubiera ocurrido.

     Contrario a la complaciente actitud hacia las fantasías sexuales adultas en el estilo de vida, el contacto bisexual entre hombres es un tabú, un comportamiento prohibido en los clubes swinger, igual que el uso de drogas. En 1986, después de que los Centros de Control de Enfermedades publicaron que dos miembros femeninos de clubes "swinger" en Minnesota dieron positivo en VIH después de tener sexo anal con hombres bisexuales, el estilo "griego" entre hombres y mujeres se volvió no muy grato. Estadísticamente, hoy sabemos que la tasa de transmisión del VIH es apenas de uno en 2000 por relación vaginal sin protección, si ninguno de la pareja tiene otra enfermedad de transmisión sexual, y diez veces eso si alguno de la pareja tiene una enfermedad venérea. Una encuesta entre asistentes a la convención del Estilo de Vida del '96, finalmente demostraría que el 92% de quienes respondieron sentirse "swingers", debían usar condones, y el 72% se había hecho pruebas del VIH. Por tanto, muchos practicantes del estilo de vida (no todos) probablemente utilizaban condones. Además, el proceso detector  en casi todos los clubes, ayuda a lograr que los miembros de parejas clasemedieras, que tal vez conserven su salud en un típico estado burgués, corran al médico ante el mínimo indicio de una enfermedad venérea. Por decir algo, las estadísticas sobre la transmisión heterosexual del VIH, no son un aval al intercambio incontrolado de pareja, y casi todos los expertos en salud coinciden en que la gente debe usar protección al tener sexo fuera del matrimonio, convencional o "swinger", con lo que también coincido. Eso no ha obstado para que millones de parejas convencionales —y del estilo de vida, diría yo— de todos modos sigan teniendo sexo sin protección.*

*En 1998, el Dr. Norman Scherzer, Profesor Asociado de Clínica en la Universidad de Medicina y Odontología de Nueva Jersey y conferencista sobre sexualidad humana y enfermedades de transmisión sexual en la Universidad Rutgers, me informó que los co-factores a los que Darknell se refería, posiblemente explicaban por qué tampo él habia sabido de algún brote de VIH en los clubes "swinger". Scherzer había analizado las prácticas sexuales de los "swingers" desde principio de los 90 y las conferencias impartidas en las convenciones del Estilo de Vida, sobre los riesgos del sexo sin protección. El Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) no ha publicado ningún estudio sobre los clubes "swinger" desde el artículo sobre los clubes de Minesota en 1986, además de que  Patricia Fleming, Jefa de la Sección de Vigilancia de la División VIH / SIDA del CDC, me dijo en la Conferencia Sobre SIDA de 1996, en Vancouver, que su oficina no había recibido ningún reporte de brotes de SIDA entre heterosexuales identificados como miembros de algún club swinger, desde que se habían publicado los resultados positivos de VIH en Minnesota. Desde luego, es posible que entre aquellos heterosexuales que dieron positivo en VIH, haya algunos que simplemente no se presentaron como miembros de un club "swinger".                        

     Al regresar Darknell de la Convención 1989 de Estilo de Vida, cotejó sus primeros hallazgos y los envió a su universidad para una beca de investigación que le permitiera completar su estudio. Fue rechazado por razones que en parte sintió relacionadas con la aversión común en el oficialismo hacia lo que consideraban "intercambio de esposas". "Hablé con John Money", me dijo Darknell, en alusión al sexólogo de la Universidad Johns Hopkins, "quien me predijo que jamás conseguiría la beca para el estudio etológico sobre las prácticas sexuales de los 'swingers'. Pues que así sea".

     "Básicamente", prosiguió, "hallé que la preocupación principal de los "swingers" no era la salud, sino cómo salir del clóset. Los "Swingers" se justifican exactamente del mismo modo que los homosexuales, y supongo que tenemos que respetar su derecho a hacerlo. No quieren ser despedidos si quedan expuestos, o que les cierren sus clubes. Pero se arriesgan a ello si se exponen".

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  En mayo de 1993, cuando entré en contacto con la Organización de Estilos de Vida en Anaheim, California, supe que la amenaza de una repercusión negativa era la principal preocupación del cuerpo rector internacional del estilo de vida swinger.

En California, ya los practicantes del estilo de vida se declaraban una fuerza política y la OEV formaba su su centro de actividades. La encabezaba un antiguo y barbudo ingeniero aeroespacial, el Dr. Robert McGinley, un sesentón psicólogo consultor que entonces era casi generalmente descrito por los medios como un temerario libertino y sagaz negociante.

     McGinley me invitó a asistir en agosto a su convención anual en el Hotel Riviera de Las Vegas y decidí gastar 350 dólares en la reunión de tres días. Coincidió muy bien con mi investigación para un tema que entonces estaba elaborando. Buscaba a un jefe pandillero de Vancouver llamado Steven Wong, de quien la brigada de heroína de la Real Policía Montada de Canadá sospechaba que había fingido su muerte y cremación para eludir las acusaciones de narcotráfico. Me pareció irónico que, en su propio estilo criminal, Wong se consideraba un "swinger". Aunque bajo y regordete, tenía muchas novias hermosas a quienes atraía su deslumbrante y peligroso estilo de vida. La mujer más importante del harem de Wong resultó que estuvo relacionada, por matrimonio, con un par de grandes accionistas de un lujoso casino de Las Vegas. La torre de marfil con frecuencia agasajaba a una mezcla de estafadores de altos vuelos, quienes se cuidaban unos a otros. Pensé que sería posible asistir a la convención "swinger" y descubrir también a alguien que hubiera visto al desaparecido malhechor después de su supuesta muerte.

     Como la convención era sólo para parejas, le pedí a mi esposa que me acompañara. No siéndole extraña la gente de las subculturas, Leslie aceptó ir conmigo. De día podía ser una directora ejecutiva de una empresa de comunicación, pero en la noche dibujaba desnudos en un estudio bohemio donde muchos de sus compañeros estaban en el estilo de vida homosexual o lésbico. No es tímida en ninguna de las facetas de su vida. Cuando conocí a Leslie en 1970, ella era la única mujer taxista en la ciudad de Nueva York. Veinte años después, el columnista Allan Fotheringham, amigo y cliente de Leslie, la apodó "Miss Giotti", en parte porque tenía el mismo acento del capo de la Mafia neoyorkina, y en parte porque tenía lo que él llama "da attitude". Pero sobre todo, Leslie y yo no sólo eramos marido y mujer: éramos grandes amigos, colegas solidarios, socios y excelentes amantes.

La mañana de agosto 17 de 1993, cuando en el aeropuerto le dije lo afortunado que yo era, resumió toda su disposición a viajar como quizás ninguna otra esposa lo hubiera hecho: "Si escribieras sobre caníbales y me necesitas para cubrirte, llegaría tan lejos como nunca para comerme a cualquiera".

     Esa tarde, Leslie y yo entramos a un remolino social de tres mil norteamericanos  vestidos como las estrellas a las que expresaran su alivio por estar en una virtual ciudad-estado regido por las normas de las parejas "swingers". Durante todo el evento, los gentíos de "swingers" clasemedieros confirmaban que no eran atípicos según los "no swingers" avalados por la sociedad convencional. Por ejemplo, Luis De La Cruz dirigía la Muestra de Artes Eróticos de la convención y era el director de instalaciones del Music Center del condado de Los Angeles, y curador del Museo de Arte de Newport Harbor. El vocero principal de la convención era Stan Dale, ganador del Medallón de la Paz Mahatma Gandhi. Se impartieron 40 seminarios por 10 doctores en filosofía y otros expertos en todo, desde "Sexualidad y Espiritualidad" y "Viaje Exótico de Pareja de Juegos" hasta una "Actualización en SIDA" por el Dr. Norman Scherzer, el experto de la Universidad Rutgers en enfermedades de transmisión sexual.

     Lo más fascinante de todo fue que me encontré todo un puñado de gente que vivía su vida como "swingers" sin tapujos. Padres y amigos lo sabían y en algunos casos, hasta sus hijos y nietos lo sabían. Una pareja, Frank y Jennifer Lomas, un ex banquero y una administradora de empresas, había dejado empleos bien pagados para trabajar en la OEV, porque querían estar todo el tiempo rodeados de gente como ellos. Era una pareja interracial tranquila, en sus últimos treinta, defensores sin reservas del compartir parejas, y no habían sido bien recibidos por el público en entrevistas de TV, que los callaba con gritos como "¡Ojalá se mueran de SIDA!"

     "La mayoría de "swingers" pueden asegurar que no están ahí por una orgía", señaló Frank, hijo de un alto oficial de la Fuerza Aérea, luego de que Jennifer y él impartieron un seminario en la convención, llamado "Juegos Sociales por Diversión, Risa e Intimidad". "Algunos son así, pero todos los demás están en eso por la interacción social y la aceptación erótica. Acabas en un compañerismo confiable", añadió, con una frase que quizás nació de su asistencia esporádica a su iglesia bautista local.

     He leído algo de las raíces económicas del intercambio de esposas, por lo que le pregunté a Jennifer sobre sus relaciones con "swingers" fuera de las fiestas. Resultó que ella y Frank formaban parte de un grupo muy unido de 30 parejas que cooperaban de todas formas, como una tribu. Tenían un club de inversiones, uno de excursiones, uno de ski. "Cuando la gente desecha el control sexual, siente un gran alivio", me dijo Jennifer, "Puedes estar casado durante 20 ó 30 años, ir a una fiesta del estilo de vida con tu pareja y estar completamente seguro de tu relación. Y puedes hacerlo hasta envejecer. Creo que eso es muy atractivo para las mujeres y explica por qué corren para exhibirse ahí".

     Ya sea que realmente las mujeres "manejen todo" o no, no hay duda de que en bailes temáticos, Leslie y yo vimos a cientos de damas de mediana edad mostrar su sexualidad ante los hombres, en una forma que nos hizo pensar cómo había cambiado el mundo en 500 años. La noche del gran Baile de Disfraces Eróticos final, comprendí que estas personas habían ajustado sus vidas unos 23 grados laterales y estaban convencidas de estar ya correctamente alineadas con el eje natural del planeta. Escuché a unos decir cosas como: "La minoría sabe más de la mayoría, de lo que la mayoría sabe de la minoría". O lo siguiente, expresado por una mujer europea vestida como Marlene Dietrich: "Cuando llegas a los 40, el estilo de vida es admisible; a los 60 es recomendable, y cuando tienes 80 es obligado".

     A la mañana siguiente del baile de disfraces eróticos, salí al horno solar del Las Vegas Boulevard y caminé hacia el sur. Atrás de mí, en un extremo de la zona, los asistentes a la convención sexual organizada esperaban las limusinas que los llevaran al aeropuerto. En el otro extremo, los asistentes a la "convención" en curso del crimen organizado en un completo vaivén. Recordé lo que me dijo Ellie en el baile de Nuevas Caras Nuevos Amigos, sobre lo que pensaba del mundo convencional: "Sólo bestias jóvenes, viejos bestias. Hombres probándose a sí mismos. Sexo y furia, sexo y celos". Como hombre y periodista, entonces estaba parado entre dos mundos. Por mucho tiempo había estado rodeado por bestias criminales que usaban la fuerza y la violencia para demostrar su atractivo a las mujeres y, al otro lado de la ley, hombres que libraban la buena lucha contra ellos, aunque no por razones completamente distintas. Hasta cierto punto me parecía que cada hombre entiende que una de sus recompensas por vivir peligrosamente, era ser considerado atractivo por las mujeres. Esa ecuación es uno de los misterios biológicos de la vida. Policías, abogados, pandilleros, y periodistas, estaban bien ubicados para demostrar a las mujeres que eran cazadores capaces de proveer recursos y emociones. Y aún así, aquí en Las Vegas (precisamente), y en Nuevas Caras Nuevos Amigos y hasta en los Círculos de Vancouver, los hombres "swinger" que había conocido, no necesitaban ni querían posar como temerarios peligrosos, para hacerse más atractivos a las mujeres. Las mujeres "swinger" tampoco necesitaban o querían que lo hicieran. En su mundo no era necesaria la exhibición de fuerza ni valores materiales para obtener compañeros. Sentí que había presenciado algo profundo del mundo "swinger", incomprensible como era para mucha gente. Era una forma de vida que mis experiencias periodísticas anteriores no me habían preparado para expresar del todo. Quería explicarlo en vez de simplemente exponerlo.

     Pasarían otros tres años antes de dejar lo que los "swingers" llaman "el mundo real" y meterme a su mundo a tiempo completo. Sabía que era una decisión profesional arriesgada. "La gente pensará que lo hiciste por el sexo", me advirtió un amigo convencional. "Sólo para darte un pretexto para divertirte". Lo acepté como una suspicacia lógica en un hombre medio cuarentón. Efectivamente, cuando el gentío era atractivo, como lo era en las convenciones del Estilo de Vida, me encantaba mirar a las parejas que usaban ropa sexy. Como muchos hombres, algunas veces me gustaba "mirar a otros haciendo sus cositas". Pero, como en una playa nudista, la novedad pronto se esfumaba. Ya que estuve en unas cuantas fiestas seguidas del estilo de vida, pude concentrarme en la dinámica conductual en vez de en sus aspectos visuales. Para mí y para Leslie, la experiencia de estar en un salón atestado de parejas del estilo de vida algunas veces fue erótica, en ocasiones incómoda, y otras veces simplemente divertidas. Por lo general, era como ir al circo sin querer escapar y unirse a él..

     Lo que me fascinó fue la conducta de esta gente cotidiana que había expandido sus prácticas sexuales hasta un estilo de vida universal. Y lo que me motivó fue la negativa de que era explicable lo que hacían. Fue muy difundida la noticia de que el estilo de vida homosexual era analizado por genetistas, antropólogos, biólogos y estudiosos de la ética. Pero había una virtual oscuridad sobre las noticias de que el estilo de vida "swinger" también había sido analizado por expertos en esos mismos campos. En lugar de tales noticias había infundadas y tendenciosas recriminaciones, como las difundidas por un sesgado documental de National Geographic que también quise explicar.

     Al final, sé que no escribí este libro "por el sexo". Por mi cuenta pasé meses entre bellas y dispuestas mujeres "swinger", pero ni una sola vez engañé a Leslie.


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